domingo, 16 de mayo de 2010

Del Juego de Abalorios


El Magister concluyó su paseo por la habitación con un ligero suspiro, diciendome:
-Eso me ocurrió entonces y me avergüenzo hoy todavía de hablar al respecto. Pero es así, Josef; cuanto más nos exigimos o cuanto más nuestra tarea ocasional nos demanda, tanto más debemos contar con la fuente de energía de la meditación, con la conciliación constantemente renovada de espíritu y alma. Y cuanto más intensamente nos solicita una labor -y podría citar muchos ejemplos más-, cuanto más ora nos excita y eleva, ora nos cansa y oprime, tanto más fácilmente puede suceder que descuidamos esa fuente, del mismo modo que estando completamente dedicados a un trabajo intelectual, nos inclinamos fácilmente también a descuidar nuestro cuerpo y su atención. Los hombres realmente grandes de la historia universal o bien supieron dedicarse a la meditación, todos, o bien conocieron inconscientemente el camino por el cual nos lleva la meditación. Los otros, aun los más dotados y fuertes, al final fracasaron y sucumbieron, por que su cometido o su ambicioso sueño los invadió, los poseyó y los convirtió en posesos de tal manera que perdieron la facultad de liberarse cada vez y alejarse de lo actual. Bien, ya lo sabes, eso se aprende con los primeros ejercicios. Es un despiadada verdad. Solo cuando se ha perdido alguna vez el rumbo, se ve lo inexorable de esta verdad.

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